Cómo hemos destacado en la pasada edición de esta newsletter, según Circle Economy, el mundo en 2021 fue tan solo un 8,6% circular. Este no es más que uno de los indicadores que se han propuesto para medir el avance de la economía circular.
Establecer una métrica consensuada es fundamental y pone el desafío de encontrar un lenguaje común para los tomadores de decisiones, generando indicadores coherentes, comprensibles y ampliamente aceptados entre distintos actores.
Generalmente, la medición de la circularidad requiere conocer el flujo de material, energía y residuos que se mueven en el sistema que queremos analizar, y con ellos construir indicadores expresados en términos absolutos, en porcentaje, per cápita etc. Se suele distinguir tres niveles según el grado de detalle que se requiere alcanzar: macro, meso y micro. En un nivel macro, podemos generar indicadores que describen de forma agregada el desempeño de una nación o macrorregión en términos por ejemplo del requerimiento de recursos naturales para su economía. Esto es útil principalmente para los gobiernos en apoyar estrategias de sostenibilidad de largo plazo, políticas de gestión de residuos y conservación de recursos. Bajando al nivel meso, podemos medir el desacoplamiento de un sector productivo específico, analizando sus flujos de materiales y elaborar planes de acción para, por ejemplo, fomentar el intercambio de recursos entre industrias de ese sector. A nivel micro, finalmente, se realiza un análisis de detalle sobre cada recurso requerido en un proceso o producto y así elaborar estrategias focalizadas, por ejemplo, en reducir su dependencia de determinados recursos críticos o de combustibles fósiles.
Actualmente, la disponibilidad de datos sigue siendo un desafío para medir la circularidad con elevado nivel de detalle. Históricamente se ha puesto mucho énfasis en el monitoreo de residuos y sus tasas de recuperación, mientras que el flujo de materias primas y energía en las cadenas productivas no han tenido el mismo nivel de atención. Pese a esto, existen diversos esfuerzos en los países y ciudades del mundo en recopilar los datos disponibles y transformarlos en indicadores valiosos en distintos ámbitos de acción. Veamos algunos ejemplos:
A nivel europeo, la Comisión Europea introdujo en el 2013 el EU Resource Efficiency Scoreboard, estableciendo 32 indicadores para monitorear la eficiencia con la cual los países miembros consumen sus recursos. El indicador principal es la productividad de los recursos, medido como el Producto Interno Bruto sobre el consumo interno de materias primas, lo que indica de forma muy concisa la capacidad de un país de generar valor por unidad de material extraído del planeta. El Eurostat reporta, por ejemplo, un productividad del recurso de la Unión Europea en torno a 2,22 €/kg para el 2019.
En el 2016, se introdujo el Raw Materials Scoreboard con la idea de expandir el conocimiento en torno a las materias primas, entregando una herramienta concreta a la industria para ayudar en el desacoplamiento de la economía e identificar oportunidades para acelerar la transición circular. Algunos de los indicadores publicados en el tercer informe dan cuenta que, en el 2017, solo un 12% de la materia prima provenía de recirculación interna y que la tasa de recuperación de los residuos de construcción alcanzaba un 86,5%.
A nivel de país, existen múltiples esfuerzos para definir indicadores útiles a monitorear el desacoplamiento de la economía local y apoyar la formulación de políticas públicas. Chile ha presentado en el 2020 su Hoja de Ruta Para un Chile Circular, que también propone medir su avance en función de indicadores específicos como, por ejemplo, la tasa de reciclaje de residuos sólidos municipales o la generación total de residuos por PIB. Una de sus metas en particular es aumentar la Productividad Material – definida como el valor que es capaz de generar una economía por cada unidad de material que utiliza – en un 30% al 2030 y un 60% al 2040, siendo este valor en torno a 0,56 USD/kg en 2017.
Por su parte, Colombia, en el 2018, lanzó su Sistema de Información de Economía Circular como parte integral de su estrategia, alimentado por la información estadística disponible. El cuarto reporte publicado en diciembre 2021 por el DANE (Departamento Administrativo Nacional De Estadística) consiste en un conjunto de 35 indicadores en 4 ámbitos: demanda de activos ambientales y servicios ecosistémicos; conservación o pérdida de valor de los materiales en el sistema productivo; presión en los ecosistemas por la disposición de residuos; factores que facilitan la Economía Circular. En el primer ámbito se destaca, por ejemplo, el indicador Intensidad hídrica por actividad económica, siendo la actividad Administración pública y defensa la más intensiva del país, con 2311 metros cúbicos de agua por cada mil millones de pesos generados de valor agregado.
A nivel de ciudad, Ámsterdam, en el marco de su estrategia 2020-2025, está desarrollando un sistema de monitoreo para determinar al avance de la transición circular en términos de flujos de materiales, emisiones y costos ambientales de tres cadenas del valor: residuos orgánicos y de alimentos, bienes de consumo y entorno construido. Los resultados preliminares dan cuenta, entre otros, que la ciudad en el 2018 consumió un total de 1216 kt de materiales, con un impacto estimado en 1346 kt CO2 y un costo ambiental de 418 M€.
En el ámbito ciudades, cabe señalar una herramienta recientemente puesta en servicio en versión beta por Circle Economy. Se trata de Circle City Scan Tool, una plataforma gratuita que permite a los tomadores de decisión medir el desempeño circular de la ciudad en sus distintos sectores económicos, visualizar los impactos en términos de emisiones y consumo de recursos, permitiendo formular planes de acción.
Enel X, por su parte, ha lanzado en Italia el Circular City Index, un sistema que mide el nivel de circularidad urbana, basado en datos abiertos en cuatro ámbitos: digitalización, movilidad, residuos, medio ambiente y energía. Además, ha desarrollado métricas específicas para administraciones públicas mediante el Circular Economy Report, entregando una medición de la circularidad a 360 grados basada en parámetros urbanos tales como transporte público, eliminación de residuos y gestión de energía, entre otros, para formular una hoja de ruta finalizada a mejorar las brechas encontradas en el análisis.
Como vimos, aunque no existe un consenso mundial sobre cómo medirla, hay actualmente sistemas de métricas que expresan la circularidad a partir de diferentes variables y en distintas etapas de las cadenas de valor. Sin embargo, todas responden a la necesidad – y la urgencia – de conocer qué tan lejos estamos de alcanzar un sistema económico desacoplado del consumo de recursos no renovables y actuar en consecuencia para acelerar el cumplimiento de los objetivos del desarrollo sostenible de la Agenda 2030.