En una primera mirada, cuando pensamos en ciudades circulares, nos transportamos directamente a la formación de redes, tecnología e innovación. Un escenario donde temas como la movilidad eléctrica y sus impactos positivos en la descarbonización de la matriz de transporte, la generación distribuida de energía y sus beneficios para la reducción de costos de transmisión o incluso la recuperación de sistemas naturales como ríos, parques de reforestación, entre otros, aparecen como puntos de debate e inversión de tiempo y recursos. O incluso cómo las estructuras de la ciudad son lo suficientemente fuertes y resilientes para enfrentar los principales desafíos de la actualidad y el cambio climático cada vez más presente.
En la distribución de energía es fundamental pensar cómo la digitalización puede (y debe) contribuir a reducir costes, mejorar las condiciones y la calidad de vida, pero, sobre todo, nuevos modelos de integración a través de Plataformas de uso Compartido. Donde, por ejemplo, los sensores de rayos generarán datos que comprenderán no solo la cantidad de rayos, sino también las condiciones atmosféricas, lo que permitirá una mejor planificación para los días de lluvia. Información que, en el futuro, también puede mejorar la planificación de las estructuras públicas, reduciendo los daños a las ciudades y salvando vidas.
En una visión ampliada, la idea de ciudades también se asocia muy directamente con las personas y los territorios. En otras palabras, cualquier perspectiva de la evolución de la circularidad exige el compromiso y la participación de las personas como algo fundamental. Así, las iniciativas que promuevan estudios, debates y producción de contenidos son fundamentales para concienciar sobre la importancia de la circularidad en todos los frentes de la sociedad, ya sea en la academia, el sector público y el sector privado.
Un ejemplo interesante nació en uno de los contextos más tradicionales, el reciclaje. Al integrar tecnología y economía circular, la startup Green Mining ha logrado un papel de liderazgo en Brasil. A través de su algoritmo, mapea puntos de generación de residuos posconsumo y desarrolla logística con triciclos para la recolección y envío a la cadena productiva de grandes empresas. Sin embargo, lo más destacado de su modelo de negocio (que ya recolectó más de 4.500 toneladas de residuos) es la generación de empleos formales para los recolectores, con valores y condiciones laborales por encima del promedio de la actividad, y beneficios para los donantes de residuos. Apoyando así la formación de territorios que estimulen la cadena de reciclaje.
Otra iniciativa relevante dirigida a los nuevos ciclos de vida es la asociación entre Enel y grupos productivos en territorios de bajos ingresos, en diferentes estados brasileños. Grupos de costura y manualidades reciben uniformes y materiales para realizar upcycling y comercializar sus productos. Fomenta la formación de redes y asociaciones productivas comunitarias, que ahora cuentan con el apoyo de la empresa en la calificación de sus productos, en la creación de canales de venta, en la capacitación para la gestión y desarrollo del mercado y en el posible aporte de estructura e insumos. El programa también promueve la economía circular, contribuyendo a la inclusión social, el empoderamiento femenino y la generación de ingresos para las comunidades, y el trabajo justo, colaborativo y sostenible como fuente de valor compartido. Permitiendo la generación de ingresos, la formación de nuevos profesionales, por ende, el desarrollo local.
Así, una ciudad circular para su plena estructuración exige una visión holística del tema. Debe priorizar la implicación de los más diversos actores para, de forma inclusiva con las personas y los territorios, formar una red lo suficientemente fuerte como para sentar las bases sobre las que se pueda construir la economía circular.